jueves, 18 de septiembre de 2008

Un derecho vedado

El analfabetismo en Argentina

En la era de las comunicaciones electrónicas, en el país casi un millón de personas no puede leer ni escribir y 3.695.830 reconocen las palabras pero carecen de la capacidad de interpretar un texto escrito. Las proyecciones mundiales para el futuro son poco alentadoras si no se aplican a la brevedad políticas gubernamentales en la educación que reviertan esta tendencia

En el siglo XXI actividades tan básicas como leer y escribir parecería que están al alcance de todos. Sin embargo, en la Argentina viven 961.632 personas que padecen de analfabetismo puro, y aunque no se trate de una enfermedad, si es un padecimiento que dificulta la sociabilidad e impide realizar tareas cotidianas como tomar un colectivo o leer los carteles con los nombres de las calles.
“En realidad para mí esto es normal, no sé si es un problema. Estoy acostumbrada a pedirle a mi marido que lea y que firme las notas de mi hijo que mandan del jardín, que a veces me lea o me escriba algo que yo no entiendo. A sumar y restar sí aprendí, sino no podría manejar dinero”, comenta Paulina Larico quien en Perú, país donde nació, sólo fue dos años a la escuela, “Tuve que abandonar para ir a trabajar y nunca más fui al colegio”.
El caso de Paulina no es el único, es por eso que la ciudad de Buenos Aires cuenta desde 1983 con un programa de alfabetización para adultos, si bien la idea original era que su duración fuera como máximo de dos años, todavía funciona, “El programa iba a durar uno o dos años, como emergencia para paliar el analfabetismo de ese momento, pero después siguió. Hoy en día ya no sólo alfabetizamos adultos, sino también inmigrantes y chicos que quedaron fuera del sistema escolar por cambios estructurales de nuestra sociedad”, comenta Laura Angelilli quien se dedica a alfabetizar en la villa 20 de Lugano.
El hecho de ser analfabeto implica más que no poder leer y escribir, es una bisagra para acceder a la cultura y a la lengua, a sentirse parte de un grupo social. “Elegí ser alfabetizadora porque creo en la importancia de la apropiación de la lectura y la escritura por parte de los sectores más marginados, como un primer paso para la lectura de su realidad y del mundo”, aseguro Angelilli.
El problema del analfabetismo traspasa las fronteras de la Argentina, Naciones Unidas estima que, si la tendencia no se revierte, para el año 2010 habrá un adulto cada seis que será analfabeto. Esta proyección motivó que se proclamará el período 2003-2012 como el Decenio de las Naciones Unidas de la Alfabetización, en el marco de la cual el Ministerio de Educación puso en macha el Programa Nacional de Alfabetización y Educación Básica para Jóvenes y Adultos Encuentro. Está dirigido a las personas analfabetas mayores de 15 años. Los encargados de alfabetizar son voluntarios, deben tener más de 18 años, haber terminado la educación media y formar parte de alguna organización que haya firmado un convenio con el Ministerio para tal fin.
Otro de los programas que se lleva a cabo en Argentina comenzó a utilizarse en 2003, se trata del programa de alfabetización Yo sí puedo. Fue creado en Cuba por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (IPLAC) y su objetivo es ayudar a los países del Tercer Mundo. Abarca 12 provincias argentinas y ya cuenta con 14 mil alfabetizados. El método que utiliza se basa en aprender a leer y a escribir a través de videos educativos en un período de tres meses.
Las cifras de analfabetismo funcional, aquellas personas que conocen y distinguen las letras y pueden formar palabras pero no logran ni elaborar ni interpretar un pensamiento escrito, alcanza a 3.695.830 habitantes según el último censo realizado en 2001 por el INDEC. El porcentaje de población de seis a 17 años que no asiste a ningún establecimiento educativo asciende al siete porciento, Santiago del Estero es la provincia con el porcentaje más alto, 14,4 porciento. “Recibimos mucha gente que sabe leer y escribir pero solo de manera funcional, por lo tanto creemos que es ahí donde hay que dar batalla y es ahí donde está hoy el sentido del programa: la terminalidad de la escuela primaria”, indicó Laura Angelilli.
El artículo 12 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre establece: “Toda persona tiene derecho a la educación,…, tiene el derecho de que, mediante esa educación, se le capacite para lograr una digna subsistencia, en mejoramiento del nivel de vida y para ser útil a la sociedad. Toda persona tiene derecho a recibir gratuitamente la educación primaria, por lo menos.” Argentina está adherida a la Declaración.


La insospechada situación que Amelia no imaginaba

“Paulina, ¿por qué no le lees un cuento a Martín?” Habían pasado tres meses desde que Paulina Larico cuidaba a Martín, cuando a Amelia, la abuela del chico se le ocurrió hacer esta pregunta. Nunca imaginaría que la respuesta era tan sencilla: no lo hacía porque no sabía. “Sé reconocer las letras. Los carteles con palabras cortas los entiendo, pero no puedo leer de corrido, por ejemplo, un diario. Ahora con Martín a veces práctico cuando él hace la tares, y él me dice que lea las palabras, por ejemplo cuando tiene que separar en sílabas. Pero me cuesta mucho. No pensé en ir a la escuela ahora porque no tengo tiempo, yo me dedico a trabajar y a cuidar a mi hijo, ¿cuándo voy a ir a la escuela?, tampoco sé si hay para adultos por acá”, confía Paulina.

martes, 29 de julio de 2008

Crónica de una misa


Durante una hora se cumplirá con un cronograma que consta de cuatro partes, domingo a domingo, se repite en su forma y que solo cambia en ciertas partes su contenido. La misa está por empezar en la Parroquia Sagrada Familia.

Faltan algunos minutos para las 19.00 pero ya hay gente sentada en los largos bancos de madera que crujen ante el menor movimiento, provocando que las cabezas giren en torno al ruido. Nadie habla.

La iglesia, ubicada en la Av. Ricardo Balbín 4127, fue inaugurada en 1928 por Monseñor Bottaro. Ocupa toda la manzana, pero no está sola; desde una vista aérea se podría observar que la edificación es el contorno de un cuadrado, uno de sus lados es utilizado por el colegio Santa María de Nazareth y esta pegado a la parroquia que ocupa uno de los vértices, los otros lados están destinados a una residencia para señoras, en el centro hay un gran parque arbolado.

Los muros están construidas con bloques color arena. Para ingresar hay que atravesar puertas de madera que van y vienen, cada vez con más frecuencia a medida que se aproxima el inicio de la misa. Tres naves albergan a los feligreses, la del centro es la más grande y es donde se ubica el altar, coronado en lo alto por una cúpula, es también el sector de bancos mas elegido por la concurrencia. En la pared de atrás hay un vitreaux de colores, debajo del cual tres figuras de cemento representan la Sagrada Familia.

En las paredes de los costados hay cuadros con las estaciones del Vía Crucis, estatuas de santos y candelabros que con sus lámparas bajo consumo parecen un anacronismo.

El cura aparece en escena, el público, en su mayoría señoras mayores, se para. Sale de la sacristía y se dirige al centro del altar donde se arrodilla haciendo la señal de la cruz delante de la virgen María que “hoy nos visita”, dirá más tarde. Se incorpora y se retira.

Una voz rompe el silencio, no se distingue lo que dice ni de dónde viene, pero todos los presentes comienzan a hablar, al mismo tiempo, recitan, son oraciones que se repiten una y otra vez a media voz, susurros. Están rezando el rosario.

Según un estudio encargado por la Conferencia Episcopal Argentina, un 88 porciento de los argentinos han sido bautizados como católicos, de los cuales el 18.5 porciento son practicantes y el 35 porciento no concurre a la iglesia. Aquí, entre los concurrentes, que no alcanzan a las 30 personas, hay un solo niño.

En el frente, del lado izquierdo, delante de un órgano, se acomoda un coro de jóvenes. El cura aparece seguido por un diácono y dos monaguillos, dos guitarras empiezan a sonar. Todos de pie.

El sacerdote hace la señal de la cruz y es imitado por todos. “Hoy termina la pascua”, así inicia su diálogo con los fieles. Suena raro escucharlo casi a mediados de mayo, más aún cuando los huevos de pascua ya desaparecieron de las vidrieras de las panaderías. Pero habrá que creerle, es un cura. “Es Pentecostés, la venida del Espíritu Santo”, continua informando, y el rojo de la tela en forma de capa cerrada, que parece un poncho y que lleva puesta sobre una túnica blanca cobra sentido.

Hay otra voz que habla, a través de los parlantes, será la guía a lo largo de la misa: “Nos ponemos de pie”, “Podemos tomar asiento”, son sus frases más recordadas, aunque no las únicas. Todos los presentes hacen caso, se paran y se sientan, se paran y se arrodillan tantas veces como sea indicado.

Todos juntos le piden perdón al Señor por sus pecados, luego de un silencio, el coro entona Gloria, todos cantan. Todos forman parte de una común unión. Se leen distintas partes del evangelio, tarea para la cual hay destinado un lugar especial, al costado del altar, de esta acción participan los fieles elegidos previamente, en este caso son distintos integrantes del coro.

El diácono Juan hace una lectura del evangelio y realiza la homilía, se dirige a la congregación con un llamado: “En estos tiempos tan conflictivos, hay que abrir las cerraduras oxidadas, hay que dialogar”, nos habla de los dones del Espíritu Santo, la felicidad es uno de ellos, “el hombre no es hombre sin Espíritu Santo”.

La ceremonia continúa. Se bendicen las ofrendas: una canasta con alimentos con un cartel de Caritas y cuatro canastas que previamente circularon por los pasillos de la iglesia juntando el dinero con el que cada presente colabora para “el mantenimiento de la iglesia” según invita el sacerdote a participar.

También se bendice el cuerpo y la sangre de Cristo que se convierten en el pan y el vino. Llega el momento de la comunión, con el coro de fondo, todos se ponen de pie y forman una fila, se dirigen caminando hacia el altar para comulgar.

Una hora ha transcurrido. Ya todos hicieron sus oraciones y se dieron la paz, se aproxima el final.

El sacerdote da la bendición: “Podemos ir en paz”

Entrevista a Jorge Halperín




El periodista Jorge Halperín inició su carrera en 1967, desde entonces trabajó en diarios – La Razón, El Cronista Comercial - y revistas – Mengano-. Entre 1991 y 1998 estuvo a cargo de las secciones Opinión y Cultura del diario Clarín, fue director de la revista Tres puntos y publicó el libro La entrevista periodística; intimidades de la conversación pública, entre otros.

El caudal de tránsito que suele circular durante la semana laboral ha disminuido, aunque de vez en cuando el bocinazo de algún colectivero impaciente se hace escuchar. Ya son más de las 20 y una marea humana comienza a salir del edificio de Radio Nacional. Al final del pasillo iluminado aparece el periodista Jorge Halperín, cargando en su mano derecha un maletín y en la izquierda, varios paquetes envueltos en papel madera que amenazan con caerse. Saluda con una sonrisa e invita a pasar al hall “así estamos más cómodos”, dice.
“Un toque mágico” lo transformó de estudiante a periodista cuando cursaba primer año de periodismo en el Instituto Grafotécnico, “tenía que hacer una monografía, entrevistar y contar la historia de un periodista importante, lo entrevisté a Horacio de Dios, que estaba en el Noticiero 13 y en el diario El Mundo, me dijo que pusiera un carbónico (no había fotocopias) y le dejara una copia. Lo entendí como un gesto bonachón para con un estudiante, pero igual no perdí la fantasía y por supuesto le anoté el teléfono. A los pocos días, me llamó a mi casa y me ofreció trabajar con él. Tenía 19 años”
-¿Por qué eligió ser periodista?
Me parece que la motivación inicial era que en mi casa éramos una familia súper consumidora de revistas y diarios, me acostumbre de chico a disfrutar las revistas más que los libros incluso. En la juventud pasé a leer semanarios de los años 60: Panorama, Primera Plana, Confirmado, Análisis, y diarios. Esa primera etapa de mucho consumo de revistas me apasionó. A los 11 años, armé un equipo de fútbol de barrio y con hojas de carpeta Rivadavia imitaba la revista Así es Boca, que leía mi viejo, contaba los pases y las transferencias.
Podría describirse a Halperín como un enamorado del periodismo “Es una profesión que amo, a veces de manera excesiva, entonces me llevo el trabajo a casa, trabajo mucho en casa, pienso mucho tiempo en cosas periodísticas, más de lo que debería, tendría que poder separar momentos de trabajo y momentos de ocio familiar”.
-¿Cómo ve a los estudiantes de las carreras de Comunicación y de las escuelas de periodismo?
En todas las épocas hubo un núcleo de gente con muchas aptitudes hacia la tarea periodística y otro sector que estudia periodismo como podría estudiar turismo, que está viendo qué es lo que va a hacer. Creo que el problema más serio es que el estudio del periodismo tuvo un momento explosivo tan grande de propagación de alumnos y de institutos que llegaron a 50 mil estudiantes, y no hay modo alguno de que puedan encontrar suficientes puestos de trabajo. Otro problema que veo es que siempre entendí que el periodismo escrito es el que mejor forma y los pibes hoy están fascinados con la televisión, es entendible porque es el medio omnipresente, pero conspira contra el verdadero aprendizaje de qué es el periodismo. Me parece que este tipo de deformación que plantea la era mediática no ayuda a los chicos que quieren aprender un oficio hermoso como éste. Por último, otro problema hoy es que el periodismo pasa por una época muy mediocre, muy mediocre. Los periodistas cada vez pesan menos en las redacciones, veo un panorama difícil y eso me preocupa.
Entre risas menciona un episodio en el que tuvo que abandonar una entrevista a Joe Cocker porque “él, no yo, estaba tan borracho que contestaba estupideces”.
A los 19 años eligió el periodismo a pesar de que su papá le aconsejaba estudiar una carrera seria como Abogacía o Ciencias Económicas. Muchos años después y en su rol de padre tampoco quiso que sus hijos fueran periodistas. No hubo suerte ya que dos de ellos optaron por su misma profesión; “Creo que me han visto disfrutar de lo que hago, eso muchas veces inspira “comentó. El próximo domingo es el Día del Padre, quizá sea el motivo por el cual elige destacar de entre todas sus notas, “una que escribí con mi hijo mayor, Fernando, sobre un viaje en tren. Él hizo un viaje en una locomotora, ama los trenes igual que yo, y después escribimos la nota para la sección Opinión de Clarín, fue hace muchos años y es una de las cosas más hermosas que viví”, asegura.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Del libro al blog


“El libro es un objeto imperfectible.” Esta frase hubiese pasado desapercibida en el lugar que fue dicha, la 34º edición de la Feria del Libro. Pero sucedió en el marco de la charla La palabra digital, textos nacidos en internet, blogs, foros, blogonovela y nuevas tendencias literarias, y quien la dijo fue uno de sus panelistas, el periodista Guillermo Piro.

La cita era a las 18.00 en la sala María Esther de Miguel. Sobre la hora se improvisó una fila en la que se destacaban, sin querer, dos grupos, la primera mitad estaba compuesta por jóvenes de entre 20 y 25 años, en la segunda la edad promedio era de 50 años. Había ciertos elementos que ambos grupos poseían por igual: anotadores, grabadores, cuadernos y cámaras fotográficas.

Una vez adentro del recinto, alfombrado, con cuadros de diversos estilos y artistas colgados en las paredes, se podían contar menos de 40 personas que se acomodaron en las 150 sillas disponibles mientras, esperaban, de frente a una tarima que hacia las veces de escenario, que los integrantes del panel hicieran su ingreso.

Una cita del Alefh, de Jorge L. Borges, fue la elección de la coordinadora, la periodista Susana Reinoso, para presentar la charla. Luego, introdujo a los participantes de la mesa: el escritor de blogonovelas Marcelo Gerrieri, los periodistas Guillermo Piro y Leandro Zanoni, y el semiólogo Oscar Steimberg.

Cada uno participó contando su propia experiencia de escribir en los nuevos formatos digitales y las posibilidades que estos brindan: “Surgió por la posibilidad hipertextual, la actualidad de la ficción era compartida con la de los lectores”, contó Guerrieri, cuyo blog era firmado por un personaje de ficción de su novela. “El blog me resulto una forma lúdica de jugar con las noticias, además me brindó un recurso económico”, expresó Zanoni.
Los comentarios eran lo bastante obvios, parece, ya que hicieron que, a poco de iniciada la charla, se levantara y se retirara uno de los asistentes. Casi sin intercambio de ideas pasaron los 50 minutos de exposición que, cada tanto, eran interrumpidos por empleados de mantenimiento y técnica que ingresaban a la sala a buscar cosas. Uno de ellos, incluso, se acodó al costado de la tarima para apreciar más de cerca de qué iba la charla.

“Faltó debate, esperaba algo más,” sentenciaron a coro dos de las asistentes, Rosario López y Dolores Besteiro. Ese comentario también se escuchaba entre muchos de los que salían de la sala.

“Internet es un soporte innecesario para la literatura”, aseveró Guillermo Piro para quien la literatura pertenece al ámbito de ese objeto imposible de mejorar que es el libro.

lunes, 28 de abril de 2008

Pasillos, libros y pochoclo


Cuando estaba en el colegio nos llevaban a muchas excursiones, pero había dos que eran imposibles de concretar: una era al Planetario y la otra era a la Feria del Libro.
Recién en quinto año pude ir, y esa visita tan esperada se convirtió en una caminata por los pasillos, esquivar gente y mirar pilas y pilas de libros que no compraba, ni yo ni ninguno de mis compañeros. De hecho poca gente compraba libros.
Al año siguiente volví, pero ya había terminado el colegio y fui con una amiga. Era sábado y el lugar estaba abarrotado de gente. Recorrimos todo el predio hasta que el dolor de pies fue insoportable. Para lo único que sacamos la billetera fue para comprar pochoclo. Aunque parezca mentira, el pequeño puestito era mucho más omnipresente que todos los libros. Otra cosa que me llamo la atención fue que un caricaturista vendiera, por sólo $5, tantos retratos al paso.
La tercera es la vencida, dicen, y en mi caso lo fue, compre cuatro libros. Cual antropóloga, recorrí el lugar y advertí: se mira mucho y se compra poco, las mesas de ofertas son una pasión de multitudes, los sábados son los peores días para ir, nunca encontrare el libro que fui a buscar, rico el pochoclo.